domingo, 26 de mayo de 2024

Una ecuacion de evano




Era verano del 1999 cuando por tener que tener unos soles en el bolsillo decidí salir a buscar trabajo. Estaba en la universidad y como mis padres me vieron con ganas de descanso decidieron que no hay trabajo malo para aquel que para leyendo. Hasta mi tía Cuca, que en paz descanse, me dijo que leyendo o quemando cerebro no vas a llegar lejos.


Entonces como de oficios o aprendizajes no era bienvenido resulte subir unas escaleras en la avenida Alfonso Ugarte en el centro y caí en una agencia de empleos de esos que llaman services.  Pero vaya que agencia en esos tiempos donde a mi familia no le sobraban los centavos.

Me abrió una señorita menudita y seca de carnes que de inmediato me invito a sentarme y esperar mi turno con otros jóvenes que esperaban el tan ansiado trabajo para esfumar el hambre. Pero a mi que el trabajo no era un buen perfume con que toparme estaba recontra aburrido y nada de eso me atraía. Saqué un papel de mis bolsillos y como tenía el CV encarpetado en la mano izquierda decidí inventar unos versos mientras era mi turno para la tan ansiada entrevista. Me salieron una coplas con tal ingenio que de improviso me vi con Vallejo en los sabanales y sonreía como un orate. La señorita secretaria que antes me abrió la puerta me creía un loco por soltar una sonrisa de vez en cuando, cuando todos por ahí llevaban la procesión por dentro.

Solo recuerdo, que la habitación era de una casona muy vieja, con poca luz y cundia un desorden de los que espantan a los más bravos. Hacia calor y todos que eramos jóvenes esperábamos nuestro turno para que un improvisado ventilador nos apaciguara el sudor y agarraramos un poco de aire y continuar con la faena. De más esta decir, que estaba aburrido y que si por mi fuera me hubiera ido a la plaza Francia a jugar ajedrez o seguirla a jugar video juegos. Eso tenía planeado y como tenía algo de billete en mis bolsillos, era lo que seguía después de esta impertinente entrevista para el trabajo.

Estaba aflorando un pensamiento embeleco cuando me llamaron de otra habitación y fui nada deleznable mi sorpresa cuando me di de bruces en la puerta con una morena en minifalda y de belleza mejor que los jardines del paraíso. Nos tropezamos en la puerta y quede absorto. Sólo atine a recogerle los papeles que le había arrojado en mi descuido y parloteo interno. Mientras nuestros cuerpos estuvieron en el suelo nuestras miradas se encontraron, el corazón me latió a mil por hora y ella me dibujo una sonrisa tan coqueta, que lo próximo que recuerdo es que tartamudeaba y no sabía si pedir perdón o robarle un beso de sus descarados labios.

Me senté ante otra señorita, y como era agencia la cosa, me decían que para mi edad y sin experiencia solo había empleo de huachiman o de limpieza. No escuchaba, pues mi mirada y toda mi intención romántica buscaban los ojos de aquella morena, que entraba y salía de la estancia y que movía el negocio con tal salero que de pronto me vi bailando una del gran combo en la calle ocho con esa mujer; pero que mujer.

Nuestros coqueteos recíprocos eran con tan alarde que la señorita que entrevistaba terminó por prestarse al juego. Hizo sentar a la morena a mi lado y como yo no dejaba de verle las piernas, ella pensó que nos conocíamos. Yo dije claro que no, y no dejaba de susurrarle unas coplas a su belleza, mientras como mujer segura de su fuerza la morena solo reía, y me seguía la corriente. Terminó por no gustarme ese juego y estaba pronto a precipitarme fuera de la estancia, molesto por el juego de aquellas dos comadres, que de improviso una nota con el teléfono de aquella princesa de evano se deslizó en el bolsillo de mi mica.

Fue tan rápido el sobresalto de aquella escena, que me vi pronto en la calle con una calentura de padre y señor mío. Quise volver a buscar a la morena y robarle un beso, enfrente de toda esa gente, pero me contuve y empecé a caminar por esas calles lúgubres a pesar del sol, durante aquella mañana. No me importo no haber conseguido un trabajo, como pensaba mi familia, pero aquella brutal belleza me había dejado vacío y molesto por no haber sabido enamorarla y quedado en algo. No se como mientras restregaba mis bolsillos di con el papelito. Teresa y seguido del teléfono " quiero conocerte" tan corto como todo el devaneo de una brisa mañanera.

Estuve por muchos lugares aquel día, ensimismado en mis ideas. La vida me había dado inteligencia y presencia para hacer lo que yo quisiera. Pero era yo un chico extraño y con sentimientos llenos de inseguridad. Sacaba las mejores notas en la universidad pero mi alma esperaba algo de mi que no llegaba a descifrar. Solo se que un amor o romance podía cambiar las honduras de mi alma o quizás arrojarme a los abismos del resentimiento y la locura. Lima y sus cancerosos tugurios armonizaban con los pensamientos más abstrusos y negativos que una juventud sin orientación podían producir. Acaeció la noche y regrese a mi casa. "Y que fue ya eres empleado? Espero ya hallas conseguido algún trabajo que aquí hacen falta los frijoles". Yo solo atinaba a decir que las cosas estaban bravas que poco a poco. Que me esperaran unos días. " ya sabes hijito, que no siempre hay para comer".

Se me cruzo llamarla e invitarle algo. Pero esa belleza de modelo de seguro tenía a sus pies los mejores detalles y motivos. Ese "quiero conocerte" se me hizo muy irreal y poco halagüeño. Hasta que resultó que olvide ese trance embarazoso y por no sentirme menos me chupe y decidí dejarlo ahí. Pasaron los días y este cuerpito de gimnasio cayó en un almacén de Ramsa en el Callao cargando y descargando comestibles. Me gusto ese trabajo pues amigos de toda Lima nos movíamos por toda Lima a distribuir mercadería, y me servían para mantenerme viril y fuerte.

Un día que el camión pasaba por Alfonso Ugarte pude ver por el rabillo del ojo a Teresa de la mano con un hombre mayor que la invitaba a subir a lo que parecía ser su auto. De inmediato se me despabilo el corazón y una fuerte rabia se apodero de mi. " esa belleza cuesta" me dije, no estaba a la altura de semejante monumento de mujer. Es lo mejor, devolverse a la realidad de la pobreza y de la inseguridad.

Así estuve dos meses más hasta que retorne a estudiar a la universidad. Dejé el trabajo de almacenero y me enfoque en los libros y los eternos debates acerca de Marx y Hegel. No se como un día mientras escuchaba a un loco que había conversado con Platón, vi descender por las escaleras de sociales a Teresa. Pensé me vino a buscar, como averiguo que estudiaba aquí. Seguro en mi CV. Corrí tras ella y cuando ella se regresaba sobre sus pasos pude asirla del brazo y un terremoto de sensaciones se anidaron entre nuestras miradas. Temblando la arrastre hacia fuera de la facultad y un eterno silencio se apodero de nosotros mientras sentados estábamos en Letras, son decirnos palabra. Ella ya no era la morena coqueta y sometona que habituaba ser, sino una mujer ensimismada y tierna a pesar del cuerpazo que se manejaba. Le hable:

- Que hace aquí señorita? Seguro vino a averiguar de algún curso. Es una sorpresa que nos volvamos a ver.
- Porque no me llamaste? Pensé, no se,que seria especial.
- No lo hize, - musculle entre dientes- porque supuse que usted no estaba sola. Que...
- Si lo dices por los hombres que me pretenden, te diré que no significan nada, son solo modos de engreirme.
- Para nada me incumbe lo que usted haga con su vida señorita. Lo que no se es porque me busco después de todo este tiempo.
- Porque, aunque no lo comprendas, tus versos se me quedaron en la mente, no he conocido a nadie con esa hermosura en la palabra, quizás eres alguien diferente.
- Solo soy alguien que escribe- y mientras decía esto le cogi la mano y ese lirismo erotico de mi ser salio de improviso.

Sentí que ella temblaba mientras la llenaba de piropos y jugaba con su mente. Cuando ya estábamos abrazados los dos tiritabamos de una fiebre de amor, que en todo ese tiempo hubiéramos cambiado el clima con nuestro espíritu. No se como caminamos unos minutos hacia la clínica de San Marcos, y ya era de noche, y nos encerramos en un escondite para devorarnos a besos y caricias. Por un momento supe que no era la primera vez que ella visitaba la universidad pero no me importo.

Seguí besandole hasta la sombra en aquel rincón de poetas y hambrientos de pasión. Su respiración era mi respiración. Su piel desnuda era la ecuación nunca resuelta por ningún amante. Su fuerza de mujer un elixir para el sabor más deslumbrante. La cogi contra mi cuerpo y mientras nuestros encantos se hallaban, supe que esa mujer era el laberinto más osado de venus que la vida me había entregado. La ame como a un niño y no era estridencia solo lo que sentía sino un llamado efervescente a que la salvara. No era solo sexualidad lo que en aquel viejo suceso acontecía sino el preludio de lo que pudo ser un amor más aventurero. Cuando el sosiego se apodero de nosotros y nuestros cuerpos descansaban de la electricidad, ella susurro en la oscuridad.

- Eres solo una ilusión. Tengo que volver a la realidad.
- No te entiendo.
- Eres alguien especial pero estar contigo seria empezar de cero. Lo siento debo irme.

Sin que no pudiera procesar lo que ella me decía se vistió y desapareció de mi vida sin él menor rastro. Me vestí y quise ir tras ella. Pero algo me detuvo. Camine muy lentamente en medio de la garúa y lo que fue una paz saludable para mi piel, se trocó en malicia. No debía confiar más solo disfrutar y dejarme llevar. Pronto el sabor de su cuerpo se esfumó de mis sentidos y regrese al Charloteo de mi profesión, sin olvidarme nunca de aquella morena que solo busco darse un gusto y decidió cambiar un "salvame" por un momento de placer. Me dije así conocere muchas. Así conocí muchas. 

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