domingo, 26 de mayo de 2024

Un amor del pasado.

 



Me hallaba en la facultad trabando conversación con un historiador y una filósofa sobre la vigencia de la izquierda. Claro para hombres pragmáticos esto solo es cháchara vacía y que no tiene sentido; que en muchas veces lleva a la demencia como a la indigencia. Pero en aquella época y para jóvenes rebeldes era como estar redescubriendo el grial. Y lo digo así pues para nosotros los que fuimos jóvenes de izquierda el mundo debe de cambiar y ser un mundo de bienestar para todos.


Y eso decíamos con tanto calor humano que no notaba quien había llegado a la facultad. Seguíamos peleandonos sobre las reformas de la izquierda cuando mi corazón sintió una mirada curiosa. Voltie y mi cuerpo se sintió sobresaltado, era ella, la invisible. Dejé de polemizar y sin darme cuenta de lo que hacía salí al encuentro de mi gitana.

No la había visto hace tres años. La había olvidado o creí haberlo hecho. Pero cuando ya la vi cerca de mi ese pasado agridulce que sufrió mi interior, regreso a mi mente de un modo violento. El desprecio que había sentido, tontamente se trocó en esperanza. Otra vez quería sentir "el perfume que lleva el dolor".

La arrastre a una de las bancas del segundo piso con ambas sonrisas de amistad hallándose y sin poder trabar alguna pregunta, hasta que ella me contó, que pasaba por ahí y le dio curiosidad de saber de mi. Que quería saber una cosa. Pero no sabía que a ciencia cierta. En el instante que ella hablaba solo pretextos yo escuchaba, pero a la vez mis ojos se detenían en sus labios y una deseo irrefrenable de besarle pasaban desapercibidos. Ella me contaba que era la mejor de su base de economía en la Universidad técnica del Callao y que estaba estudiando francés. Que había viajado al extranjero y que deseaba viajar a vivir a Canadá cuando logrará una beca. Escuchaba y digeria sus razones y sentía esa sutil crueldad y barbarie que había sentido en anteriores encuentros. Lo sentí pero a la vez lo pasaba por alto, pues su perfume de mujer llegaba a mi, y otra vez quería caer en los abismos de la irracionalidad.

No se como, de pronto una espía amiga de una ex novia que tenia se sentó muy cerca de nuestras voces, y como deseaba privacidad para asesinarme otra vez le propuse a la invisible que caminaramos. Así lo hicimos y pronto se hizo de noche, y un frialdad y humedad se apodero del ambiente. Ella me iba contando de su familia, amigos y sueños. Como no deseaba ser un troglodita también le compartía cosas de mis sueños y mis incursiones en la política sanmarquina. Pero le confesaba que me había dejado envolver por todo ello, por tratar de olvidar la. Me disculpe si en el pasado me había vuelto tan meloso y obsesivo. Y para que se aplacaran dudas me carcajeaba y así lo hacia ella también. Tratando de demostrar soltura y madurez. Pero ambos sabíamos que aquella noche no era una más del montón, que otra vez colisionariamos.

Nos sentamos cerca de la grande biblioteca de San Marcos. Era un lugar en esa noche lejano del gentío y solitario. Pensé poder aprovechar para iniciar mi ataque seductor sobre ella, pero el respeto y la ceguera que por ella sentía me hizo echar para atrás todos mis deseos más íntimos. Le converse que era poeta y ensayista, y si bien sentí que le causaba sorpresa, pronto su indiferencia y carácter simplón me demostraron que poco le importaba. Le recite unos versos que nuestro ex romance me había ocasionado y lo único que desperté en ella fue una risa enfermiza y socarrona. No me moleste, sinceramente me sentí sorprendido.

No esta contento con solo escuchar el liberalismo de sus labios, sus enamorados y sus experiencias  que me causaban unos crecientes celos, quería poseerla y dejarla atrás. Quería odiarla pero no podía, ya no era yo el que controlaba mis movimientos. Solo un fuerte respeto hacia su belleza hacia que no me arrojará a su cuerpo a besarle.

De pronto me dijo que siguiéramos caminando y ella como sabiendo lo que sentía mi pobre corazón inexperto, señalaba cada lugar donde en el pasado habíamos chapado. Detrás de la clínica, " que niños eramos" en este lugar aquel" que tontos eramos", hasta llegar al parque cívico, anterior parque de los besos, donde ella se detuvo con una perspicaz curiosidad. Ella me miraba como nunca antes lo habíamos echo, quizo sentarse conmigo, pero esperaba que yo tuviera la iniciativa. Estuvimos varios minutos en duda de recobrar de súbito la dulzura de un intenso flirteo, pero decidimos seguir hacia la calle. Me di cuenta que no le importaba, que no valía envenenarme con su cuerpo, que su fugaz interés por mi era solo amistad y quizás nada de ello. Caminamos afuera unos minutos más. Ella iba pensativa con los brazos cruzados. De pronto se acercaba su combi y Adiós nunca más contigo. Cuando ya ponía el pie dentro de su transporte se echo sobre mis brazos y sus labios incandescentes se apoderaron de los míos, y un tórrido beso me hizo sentir que me amaba. Dejó de besarme y me dijo con total crueldad que quería comprobar algo. Nunca le pregunté qué era ese algo. Se iba a ir de nuevo y esta vez la tome del brazo y la arroje conmigo hacia el interior de ka universidad. Ella solo se dejaba llevar sin ninguna resistencia y pronto estábamos en aquel rincón de la clínica, solos y cargados del poder más fulgurante: el amor de dos cuerpos.

La besaba con fruición pero a la vez con dolor. Ella se enardecia contra mis labios y acariciaba mis encantos. Yo quería respetarla, pero le hice el amor sin más respeto. La acariciaba con dulzura sin querer romper sus huesos, y ella me devoraba con su fuerza de mujer. Sus respiros y sonidos más guturales se apoderaron de aquel recinto, y todo para mí fue un instante de estar muriendo de amor. Lo hicimos tras veces, sin ser molestados. Estuvimos en el suelo ligeramente desnudos, hasta que nuestras conciencias se hallaron y escuche un susurro en mis oídos que decia: " perdóname por mi conducta hoy, quería volver a sentirte". Quedé mudo por unos segundos y sólo otro beso ya de vínculos más profundos se dibujo en sus labios. Me dije, "me amara esta mujer?" , " me amara? Nos vestimos y quedamos en salir, que la fuera a buscar a su casa y saldríamos. La deje irse aquella noche con una gran duda en mi ser, pero a la vez ilusionado por amansar mi violencia interna.

Fui a su casa aquel sábado posterior. Bien a la camisa, bien tiza y alegre. En mi interior sabía a lo que me enfrentaba  que nunca poseeria el amor de la invisible, que tomara conciencia y me fuera. Pero no fue así. Me debilitaba a cada pensamiento que golpeaba mi mente. Llegué esa tarde, me abrió con sorpresa, como si no me esperara, y se escabullo hacia la cocina. Regreso con dos libros de economía. Y como sabiendo el poder que tenía sobre mi me hizo que resumiría un capitulo de Adam Smith y luego tomaríamos un lonche. 

Le hizo caso como un lobo domesticado. En una hora tenía ese resumen. Ella terminó su lectura y una llave abrió la puerta de su casa. Era su padre, un militar retirado que ni me respondió el saludo. Solo pude sentir que la invisible le tenía sumo respeto. Aquella sombra indiferente se fue de escena, y como sabiendo lo que pasaba le dije a ella que no estaba bien lo que me había echo hacer, que quería que saliéramos a San Miguel. Ella no se inmutó no siquiera un poco. Percibí que no era la mujer con la quería estar. Me dirigí hacia la puerta y cuando ella me despedía con esa frialdad que nunca más vi en una mujer, la cogi de sus brazos, la miré fijamente y una lágrimas se me escapo de mi mirada que penetrante se despedía de aquel desamor del pasado.

Ame a una mujer en el pasado. Y la ame porque todo joven se enamora. Pero jamás me sumo, ella era alguien que no era para mi. Era solo alguien que tenía intereses y lo demás era secundario. Aún en mis recuerdos su piel me desploma hacia los infiernos. Hubiera sido diferente si con ella me hubiera quedado? No lo sé. Sólo se que su desamor me hizo poeta y escritor. No sé si ahora mismo sigo escribiendo para poder olvidar la 

Una ecuacion de evano




Era verano del 1999 cuando por tener que tener unos soles en el bolsillo decidí salir a buscar trabajo. Estaba en la universidad y como mis padres me vieron con ganas de descanso decidieron que no hay trabajo malo para aquel que para leyendo. Hasta mi tía Cuca, que en paz descanse, me dijo que leyendo o quemando cerebro no vas a llegar lejos.


Entonces como de oficios o aprendizajes no era bienvenido resulte subir unas escaleras en la avenida Alfonso Ugarte en el centro y caí en una agencia de empleos de esos que llaman services.  Pero vaya que agencia en esos tiempos donde a mi familia no le sobraban los centavos.

Me abrió una señorita menudita y seca de carnes que de inmediato me invito a sentarme y esperar mi turno con otros jóvenes que esperaban el tan ansiado trabajo para esfumar el hambre. Pero a mi que el trabajo no era un buen perfume con que toparme estaba recontra aburrido y nada de eso me atraía. Saqué un papel de mis bolsillos y como tenía el CV encarpetado en la mano izquierda decidí inventar unos versos mientras era mi turno para la tan ansiada entrevista. Me salieron una coplas con tal ingenio que de improviso me vi con Vallejo en los sabanales y sonreía como un orate. La señorita secretaria que antes me abrió la puerta me creía un loco por soltar una sonrisa de vez en cuando, cuando todos por ahí llevaban la procesión por dentro.

Solo recuerdo, que la habitación era de una casona muy vieja, con poca luz y cundia un desorden de los que espantan a los más bravos. Hacia calor y todos que eramos jóvenes esperábamos nuestro turno para que un improvisado ventilador nos apaciguara el sudor y agarraramos un poco de aire y continuar con la faena. De más esta decir, que estaba aburrido y que si por mi fuera me hubiera ido a la plaza Francia a jugar ajedrez o seguirla a jugar video juegos. Eso tenía planeado y como tenía algo de billete en mis bolsillos, era lo que seguía después de esta impertinente entrevista para el trabajo.

Estaba aflorando un pensamiento embeleco cuando me llamaron de otra habitación y fui nada deleznable mi sorpresa cuando me di de bruces en la puerta con una morena en minifalda y de belleza mejor que los jardines del paraíso. Nos tropezamos en la puerta y quede absorto. Sólo atine a recogerle los papeles que le había arrojado en mi descuido y parloteo interno. Mientras nuestros cuerpos estuvieron en el suelo nuestras miradas se encontraron, el corazón me latió a mil por hora y ella me dibujo una sonrisa tan coqueta, que lo próximo que recuerdo es que tartamudeaba y no sabía si pedir perdón o robarle un beso de sus descarados labios.

Me senté ante otra señorita, y como era agencia la cosa, me decían que para mi edad y sin experiencia solo había empleo de huachiman o de limpieza. No escuchaba, pues mi mirada y toda mi intención romántica buscaban los ojos de aquella morena, que entraba y salía de la estancia y que movía el negocio con tal salero que de pronto me vi bailando una del gran combo en la calle ocho con esa mujer; pero que mujer.

Nuestros coqueteos recíprocos eran con tan alarde que la señorita que entrevistaba terminó por prestarse al juego. Hizo sentar a la morena a mi lado y como yo no dejaba de verle las piernas, ella pensó que nos conocíamos. Yo dije claro que no, y no dejaba de susurrarle unas coplas a su belleza, mientras como mujer segura de su fuerza la morena solo reía, y me seguía la corriente. Terminó por no gustarme ese juego y estaba pronto a precipitarme fuera de la estancia, molesto por el juego de aquellas dos comadres, que de improviso una nota con el teléfono de aquella princesa de evano se deslizó en el bolsillo de mi mica.

Fue tan rápido el sobresalto de aquella escena, que me vi pronto en la calle con una calentura de padre y señor mío. Quise volver a buscar a la morena y robarle un beso, enfrente de toda esa gente, pero me contuve y empecé a caminar por esas calles lúgubres a pesar del sol, durante aquella mañana. No me importo no haber conseguido un trabajo, como pensaba mi familia, pero aquella brutal belleza me había dejado vacío y molesto por no haber sabido enamorarla y quedado en algo. No se como mientras restregaba mis bolsillos di con el papelito. Teresa y seguido del teléfono " quiero conocerte" tan corto como todo el devaneo de una brisa mañanera.

Estuve por muchos lugares aquel día, ensimismado en mis ideas. La vida me había dado inteligencia y presencia para hacer lo que yo quisiera. Pero era yo un chico extraño y con sentimientos llenos de inseguridad. Sacaba las mejores notas en la universidad pero mi alma esperaba algo de mi que no llegaba a descifrar. Solo se que un amor o romance podía cambiar las honduras de mi alma o quizás arrojarme a los abismos del resentimiento y la locura. Lima y sus cancerosos tugurios armonizaban con los pensamientos más abstrusos y negativos que una juventud sin orientación podían producir. Acaeció la noche y regrese a mi casa. "Y que fue ya eres empleado? Espero ya hallas conseguido algún trabajo que aquí hacen falta los frijoles". Yo solo atinaba a decir que las cosas estaban bravas que poco a poco. Que me esperaran unos días. " ya sabes hijito, que no siempre hay para comer".

Se me cruzo llamarla e invitarle algo. Pero esa belleza de modelo de seguro tenía a sus pies los mejores detalles y motivos. Ese "quiero conocerte" se me hizo muy irreal y poco halagüeño. Hasta que resultó que olvide ese trance embarazoso y por no sentirme menos me chupe y decidí dejarlo ahí. Pasaron los días y este cuerpito de gimnasio cayó en un almacén de Ramsa en el Callao cargando y descargando comestibles. Me gusto ese trabajo pues amigos de toda Lima nos movíamos por toda Lima a distribuir mercadería, y me servían para mantenerme viril y fuerte.

Un día que el camión pasaba por Alfonso Ugarte pude ver por el rabillo del ojo a Teresa de la mano con un hombre mayor que la invitaba a subir a lo que parecía ser su auto. De inmediato se me despabilo el corazón y una fuerte rabia se apodero de mi. " esa belleza cuesta" me dije, no estaba a la altura de semejante monumento de mujer. Es lo mejor, devolverse a la realidad de la pobreza y de la inseguridad.

Así estuve dos meses más hasta que retorne a estudiar a la universidad. Dejé el trabajo de almacenero y me enfoque en los libros y los eternos debates acerca de Marx y Hegel. No se como un día mientras escuchaba a un loco que había conversado con Platón, vi descender por las escaleras de sociales a Teresa. Pensé me vino a buscar, como averiguo que estudiaba aquí. Seguro en mi CV. Corrí tras ella y cuando ella se regresaba sobre sus pasos pude asirla del brazo y un terremoto de sensaciones se anidaron entre nuestras miradas. Temblando la arrastre hacia fuera de la facultad y un eterno silencio se apodero de nosotros mientras sentados estábamos en Letras, son decirnos palabra. Ella ya no era la morena coqueta y sometona que habituaba ser, sino una mujer ensimismada y tierna a pesar del cuerpazo que se manejaba. Le hable:

- Que hace aquí señorita? Seguro vino a averiguar de algún curso. Es una sorpresa que nos volvamos a ver.
- Porque no me llamaste? Pensé, no se,que seria especial.
- No lo hize, - musculle entre dientes- porque supuse que usted no estaba sola. Que...
- Si lo dices por los hombres que me pretenden, te diré que no significan nada, son solo modos de engreirme.
- Para nada me incumbe lo que usted haga con su vida señorita. Lo que no se es porque me busco después de todo este tiempo.
- Porque, aunque no lo comprendas, tus versos se me quedaron en la mente, no he conocido a nadie con esa hermosura en la palabra, quizás eres alguien diferente.
- Solo soy alguien que escribe- y mientras decía esto le cogi la mano y ese lirismo erotico de mi ser salio de improviso.

Sentí que ella temblaba mientras la llenaba de piropos y jugaba con su mente. Cuando ya estábamos abrazados los dos tiritabamos de una fiebre de amor, que en todo ese tiempo hubiéramos cambiado el clima con nuestro espíritu. No se como caminamos unos minutos hacia la clínica de San Marcos, y ya era de noche, y nos encerramos en un escondite para devorarnos a besos y caricias. Por un momento supe que no era la primera vez que ella visitaba la universidad pero no me importo.

Seguí besandole hasta la sombra en aquel rincón de poetas y hambrientos de pasión. Su respiración era mi respiración. Su piel desnuda era la ecuación nunca resuelta por ningún amante. Su fuerza de mujer un elixir para el sabor más deslumbrante. La cogi contra mi cuerpo y mientras nuestros encantos se hallaban, supe que esa mujer era el laberinto más osado de venus que la vida me había entregado. La ame como a un niño y no era estridencia solo lo que sentía sino un llamado efervescente a que la salvara. No era solo sexualidad lo que en aquel viejo suceso acontecía sino el preludio de lo que pudo ser un amor más aventurero. Cuando el sosiego se apodero de nosotros y nuestros cuerpos descansaban de la electricidad, ella susurro en la oscuridad.

- Eres solo una ilusión. Tengo que volver a la realidad.
- No te entiendo.
- Eres alguien especial pero estar contigo seria empezar de cero. Lo siento debo irme.

Sin que no pudiera procesar lo que ella me decía se vistió y desapareció de mi vida sin él menor rastro. Me vestí y quise ir tras ella. Pero algo me detuvo. Camine muy lentamente en medio de la garúa y lo que fue una paz saludable para mi piel, se trocó en malicia. No debía confiar más solo disfrutar y dejarme llevar. Pronto el sabor de su cuerpo se esfumó de mis sentidos y regrese al Charloteo de mi profesión, sin olvidarme nunca de aquella morena que solo busco darse un gusto y decidió cambiar un "salvame" por un momento de placer. Me dije así conocere muchas. Así conocí muchas. 

La desunion de una familia

  Hace unos meses conversaba con una vecina que es adulto mayor. Le decía que a pesar de tener 75 años se le veía muy conservada y fortaleci...