Algunas ideas sueltas sobre violencia y relaciones de pareja
Es complicado saber la razón por
la que existe violencia sexual en los hogares o en las relaciones de
pareja. El primer argumento que uno
atisbaría es que el mundo se hace violento porque la retirada de la razón de
las relaciones sociales hace que las relaciones y vínculos sociales se
desequilibran y desagregan. Una época como la nuestra donde todo es episódico,
precario, e inestable haría que también las relaciones en los hogares se tornen
problemáticas y que lo que antes sugeríamos como solido y natural, la familia,
hoy se vuelve critica y en proceso de
transformación. Pero este dato es un tanto generalizador y no da en lo esencial
y empírico del problema.
Si aterrizamos en la psicología
cotidiana de los hogares peruanos veremos que la familia sigue siendo un campo
de relaciones hoy todavía muy presente en los hogares peruanos. Y que a parte
del sistema educativo la familia sigue siendo un colchón de resistencia frente
a la crisis de racionalidad que experimenta el país. Pero en las últimas
décadas sobre todo con el proceso de urbanización y la crisis cultural que
vivió nuestra sociedad producto de la violencia terrorista de hace sólo dos
décadas, esta se ve erosionada por una cultura de raíz autoritaria que hace que
los hogares duren menos tiempo y las parejas no lleguen a entenderse.
En los últimos quince años con el
proceso de desarrollo capitalista que ha vivido el país los procesos depresivos
y el estrés colectivo han generado que las relaciones sociales también se vean
impactadas por una racionalidad que multiplica la soledad y el sin sentido de
la vida. El tejido de las sociedades populares aprovisiona del suficiente
asociativismo para amortiguar el proceso de desencantamiento del mundo del que
hablo Weber. Pero la modernidad que avanza inexorable inunda de violencia y
desórdenes afectivos los lazos de la sociedad consiguiendo que los escenarios
propensos a los sentimientos también se desarraigan, y que lo que antes era
natural en su aprendizaje hoy se vuelva tema de educación competitiva. Los
afectos no se dan de modo democrático sino que se entra en guerra por ellos. Se
debe aprender a conseguirlos y practicar una moral de competencia para sostenerlos.
Como vengo diciendo existe una
cultura autoritaria de raíz colonial que exacerba la violencia en los hogares.
Muchos desean contraer relaciones de mayor afectividad como es natural, pero
cada vez pocos están preparados para las crisis de convivencia que se dan en
las relaciones de pareja. El naufragio en la racionalidad quita sensibilidad a
las personas y las torna en una frustración constante por no hallar el afecto
que desean. No siempre la cultura del éxito es la salida para hallar cariño y
comprensión, pero la capacidad de la que se precian algunos es premiada con el
reconocimiento y el afecto, aunque todo no sea más que provisionalmente. El
autoritarismo con que se impone la modernización en nuestra cultura contagia de
violencia las relaciones sociales y hace que la psique se vea impactada por un
concierto de manipulaciones entre los géneros que atisba la violencia y hace
que toda arda. Tanto la intriga como la violencia que la anterior genera
envuelven de dolor y frustración a las personas y las empuja a hacer del amor
un resultado que se paga con una racionalidad del delito y de la hipocresía.
En el aspecto estructural es la
superposición de un diseño modernista en nuestra cultura lo que de modo
indirecto ocasiona la violencia de todo tipo. Como es algo que no se puede
parar sino algo a lo que nuestra cultura debe adaptarse, tal adaptación es
complicada y aislada, haciendo que nuestra modernización suigeneris disuelva
con el tiempo todo tejido social, y lo empuje a la segregación constante. Hoy
esa modernización se hace no sólo un problema institucional o sistémico, sino
que penetra en los vínculos más sentimentales y afectivos, creando una
autonomía de la cultura autoritaria que vuelve todo efímero y ocasional.
Esto quiere decir que en el lado
microsocial la violencia es vista como un momento irracional de autoridad que
trata de imponer posesión sobre la persona. Se llega a la agresión porque la
persona con la que se desarrolla un vínculo afectivo es vista como un objeto de
propiedad privada y no como una persona con derechos y conciencia propia. En el
lado machista, o con la crisis del patriarcado la idea de posesión, que es una
idea de raíz masculina, hace que el hombre se vea arrastrado por el cuerpo de
la mujer, y dependa psíquicamente de el. Cuando existe exasperación o crisis de
pareja el hombre de modo irracional imprime autoridad y desata violencia porque
el vínculo de posesión es más fuerte en él que en la mujer. Sin educación y
desguarnecido por un individualismo que todo lo egotiza las personas no están
preparadas para formar una relación de pareja porque el miedo y la racionalidad
egotista con la que piensan no les permiten reconocer al otro en sus defectos y
virtudes.
En la medida que las personas ven
las relaciones de convivencia como relaciones temporales y de placer efímero,
no llegan a entender el amor como una relación que puede perdurar y brindar un
colchón de afecto constante. Esto es las personas temen que las relaciones de
pareja los hieran o saquen a relucir los defectos su historia subjetiva, por
tanto sólo prefieren jugar que estabilizarse y madurar. No ven el amor como una
relación de confianza que puede desarrollar inteligencia emocional y
racionalidad afectiva. Aun cuando se desea ardientemente sentirse amado prima
el cálculo y la desconfianza, hasta que la costumbre y el idilio logren
estabilizarse y conocerse el uno al otro. Se hace un mal uso de la libertad que
la sociedad entrega, y el mal como moralidad que predomina en las relaciones
sociales puede desatar crisis emocionales y exasperar los ánimos, llegándose al
maltrato psicológico en incluso al feminicidio.
Mientras nuestra sociedad no
llegue a controlar el proceso de modernización en que se ve inmerso el país
desde una matriz de pensamiento propia y oriunda, la violencia seguirá presente
en nuestro tejido social como una reacción neurótica frente a un sistema que
provoca sugbyugación y un sinsentido de la vida. Los mismos movimientos
feministas, y el protagonismo de las mujeres en los últimos tempos deberían ser
redirigidos para entender como despertar la sexualidad de nuestra cultura sin
desatar la discordia y el rechazo entre los sexos. Mientras sigan pensando las
relaciones de pareja con fórmulas
eurocéntricas, como si estuviéramos en Europa, se seguirá desatando una
violencia irracional en los sectores populares, como una reacción a un proceso
de modernización que todo lo disgrega, y que el feminismo no ha llegado a
comprender, pues sólo ve el lado femenino de la relación de pareja en los
hogares. La ira causada por la frustración de no ser feliz y libre infectaran
las relaciones afectivas, y harán de las emociones escenarios de locura y
desequilibrio psíquico. El drama de la libertad es que se llega a la acción
inmoral porque se tiene que sobrevivir y prevalecer como conciencia, y ello se
ha naturalizado como acción social legal. En este sentido la violencia se
naturaliza como acción de sentido entre los sexos porque reordena el equilibrio
frente a la intriga y la manipulación que ambos sexos practican como relación
cínica en la vida.
Creo en la equidad entre los
sexos, y en el amor que se pueden dar. Pero mientras se tenga miedo a ser amado
y amar con todas las fuerzas, las relaciones se inundarán de indiferencia y
dolor emocional. Tanto la masculinidad en crisis como el feminismo en ascenso
harán que los sexos se dividan y no se conozcan, provocando que el afecto de
pareja se vuelva una capacidad despiadada que hay que aprender por mor de la
sanidad mental. Hay que volver los ojos a la familia y a la creación de valores
saludables entre el hombre y la mujer. No hay que llegar a conocerse llenos de
prejuicios y entendimientos baratos, sino simplemente amarse y dejar que todo
fluya.
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